El apagón

Tooze, A. (2021). El apagón. Cómo el coronavirus sacudió la economía mundial. Barcelona: Crítica.

Portada del libro

Es definido como Libro de 2020, por la conmoción –la incredulidad, el pánico, el círculo vicioso de la perdición– de ese año, que ha afectado a los habitantes del planeta en su vida cotidiana: desempleo, pérdida de ingresos, ansiedad, depresión, angustia vital, salud mental…  Está centrado en mostrar quién tomó las decisiones más determinantes, dónde y en qué condiciones, a fin de ofrecer salidas de esperanza –Nuevo Acuerdo Verde, como un ejemplo entre varios otros- a esta influencia tan sumamente perniciosa para la humanidad de la pandemia: freno en seco de la economía mundial, crisis como nunca antes se había visto –crisis integral-, año tumultuoso debido a una inmensa policrisis con el correspondiente efecto multiplicador negativo (confinamientos por doquier, paralizaciones…).

El punto de partida de este bien conocido, internacionalmente, profesor y autoridad en historia económica, es claro. Si los expertos, bien documentados, ponen de manifiesto, fundadamente, que nuestros actuales sistemas económicos y sociales están generando riesgos de enfermedades como la producida por el actual coronavirus (SARS-CoV-2), ¿qué hacemos al respecto? He aquí la verdadera cuestión.

En un primer análisis se ha de poner el foco de atención en la así denominada irresponsabilidad organizada (pasos en falso, cerrar los ojos ante la tormenta que se avecinaba –miopía del gobierno de Hubei, entre otros muchos-, carencia de previsión, actitud de sauve qui peut…). De ahí  la falta de preparación para saber cómo decidir y en función de qué decidir (estamos en guerra: escenas de caos, ¿dónde está el liderazgo?, fracaso de las políticas globales…). Así se engendra un verdadero mosaico de pesadillas en donde la irresponsabilidad organizada campa a sus anchas. No es de extrañar, pues, que 2020 haya hecho visible la crónica de desastres anunciados. En Europa, Estados Unidos, América Latina e India el virus se propagó sin control. Las ciudades y las naciones no se convirtieron precisamente en fortalezas contra el coronavirus en los determinantes primeros momentos, por lo que la pandemia todavía sigue con nosotros.

En febrero de 2020 se puso de manifiesto claramente la incapacidad colectiva de le élite mundial para gobernar nuestro globalizado e interconectado mundo (primeros desalentadores fracasos en la gestión del coronavirus -la Enfermedad X-). Sacrificar por un tiempo la normalidad, aunque fuera un planteamiento a priori contraintuitivo, hubiese sido el mejor procedimiento para preservarla, pero no se hizo y así nos fue (profunda conmoción antropológica), sobre todo para las mujeres (femirrecesión) y los trabajadores manuales.

Ante esta desoladora situación, era a todas luces imprescindible hacer lo que fuera necesario (Draghi dixit). Así en Estados Unidos se produjo la mayor inyección fiscal jamás realizada en cualquier lugar y época de la historia (finales de marzo de 2020: 2,7 billones de dólares –Ley CARES-). Igualmente, la Unión Europea cambió radicalmente su compartimiento de austeridad (ejecutora de la austeridad fiscal en la crisis de 2008), por el de un gigantesco aumento del gasto público. Se trataba de fortalecer la resiliencia ante el patente daño económico y social de la pandemia: fondos de reconstrucción y resiliencia –para ello los grifos fiscales debían permanecer abiertos-. Esta crisis excepcional, pero transitoria, debiera dar paso a una curva ascendente de cambio radical en plena era del Antropoceno (segunda modernidad).

Si a alguien le quedaban dudas de las grandes desigualdades inter e intrapaíses –mundo de desigualdad– todavía existentes en nuestras sociedades, la COVID-19 las sacó a plena luz. Era evidente que la crisis pandémica no afecta en modo alguno por igual a los pobres y a los ricos (brecha de la riqueza…). De ahí que se requiriese un imprescindible kit de herramientas monetarias (la gran abundancia de liquidez) puestas en funcionamiento por los principales organismos financieros internacionales y nacionales y por buena parte de los gobiernos del planeta (los banqueros centrales no tuvieron más remedio que renegar de su pasado).

La lectura de esta obra, bien escrita y muy bien documentada, se hace imprescindible para toda persona que quiera conocer el mundo en el que nos está tocando vivir en estos precisos momentos de pandemia todavía no del todo controlada. El conocimiento bien asentado del presente es la mejor garantía para estar adecuadamente preparados para el futuro cambiante que se nos avecina. Que no te coja, pues, el futuro desprevenido/a. Aquí queda el aviso académico: lee el libro, no te arrepentirás. Estarás mejor preparado para revisar nuestra visión  del mundo, pues todavía no hemos visto nada.

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