Dos de ellos ya se han desarrollado en este mes de febrero. El primero tuvo lugar en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Nos referimos a la Jornada sobre Salud Mental en Contextos Educativos. Allí se puso de manifiesto la necesidad sentida y expresada de contar con personas graduadas o licenciadas en psicología y, a ser posible, con un máster en Psicología de la Educación. Se dejó constancia por parte de los distintos ponentes de las contribuciones que estos profesionales aportan al bienestar emocional y al rendimiento académico de los centros educativos. Sus servicios especializados no sólo son útiles para el alumnado, sino también para el profesorado y para las propias familias. Los datos son contundentes, sobre todo a escala internacional: hay considerables diferencias –de bienestar emocional y rendimiento académico- entre los centros que cuentan con estos servicios y los que no los tienen. De ahí la necesidad de normativas actualizadas que, para bien de la ciudadanía –alumnado, profesorado, familias y sociedad-, hagan realidad la incorporación sin tardanza de esta figura en todos los centros educativos.
El segundo evento se ha celebrado en Santiago de Compostela. Se trata de la Conferencia Mundial de Educación. Sin educación no es posible un saludable presente ni un futuro prometedor. La educación es ante todo y sobre todo inversión –imprescindible aviso para tirios y troyanos-. Si esto no se entiende, el porvenir no será precisamente halagüeño. Estamos a tiempo para a) corregir lo que no está yendo bien –que es bastante-; b) prevenir males –con la buena ciencia es posible: prevención primaria, secundaria y terciaria– que ya nos están acechando (aburrimiento, desmotivación, abandono y fracaso escolar, desilusión, angustia, bajo rendimiento, depresión…) e incluso c) optimizar nuestros sistemas educativos. Sin ciencia –sin la buena ciencia– vamos por muy mal camino.
Y aquí es donde entran en escena los servicios y aportaciones proporcionados por los psicólogos/as educativos. Comenzarán con las evaluaciones de lo que ocurre en los contextos educativos –sus protagonistas: profesorado, alumnado y familias-, asesorando a unos y otros/as gracias a los datos de las evaluaciones -en todo lo relacionado con variables psicológicas: buen desarrollo cognitivo, social, de la personalidad…- e interviniendo –modelo triádico frente al diádico- de forma correctiva, preventiva u optimizadora-, en función de las demandas específicas de cada centro. Debido a los conocimientos científicos y a la voluntad activa y consecuente de políticos, profesorado, alumnado y familias podremos mejorar nuestros sistemas formales de educación en beneficio de una ciudadanía más sabia y más responsable con respecto al devenir de nuestro propio planeta.
Mirando ya a nuestro futuro inmediato, tenemos a la vista dos Congresos Internacionales, con dos objetivos claros y complementarios. Por un lado, (a finales de junio: https://cipe2023.com/index.php/es/), el XI Congreso Internacional de Psicología y Educación de ACIPE, centrado justamente en el bienestar psicológico en un mundo cada vez más digitalizado. Somos conscientes de que no podemos afrontar con rigor el futuro interviniendo después (a posteriori) –desde un punto de vista psicoeducativo-, sino justamente aquí y ahora – en 2023-.
Por otro lado, a principios de septiembre, celebraremos el III Congreso Internacional de Orientación Universitaria (https://blogs.uned.es/fundacionuned/ciou2023/). Hay una necesidad bien sentida de clarificar tanto el contenido como el marco de la orientación educativa (universitaria). He aquí una buena oportunidad para hacerlo.
Entre todos –mediante una colaboración fructífera: polinización cruzada, dentro de nuestra zona de puesta en común- iremos haciendo camino al andar con un manifiesto objetivo: el bienestar de la ciudadanía (la ciencia a su entero servicio) a la que, por razones bien evidentes, nos debemos. Seguiremos, pues, viéndonos, aprendiendo, avanzando y estrechando lazos de amistad. Así da gusto. La ciudadanía nos lo agradecerá.