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Ahora, recibimos con
enorme satisfacción la noticia de que COSCE
le acaba de conceder a Montoliu el premio a la divulgación científica (2022: Premio COSCE) por su prolongadaactividad de difusión de las investigaciones en edición genética.
Creemos sinceramente que es totalmente merecido. Nos alegramos por ello e
invitamos a quien lo desee a que siga en este vídeo
la ceremonia de la entrega del galardón
y su intervención, en la que pone de manifiesto la importancia de la difusión/divulgación científica.
Así, nos hemos hecho eco
de las aportaciones últimas de Kahneman (Premio Nobel) y colaboradores (Ruido) y de Pinker (Racionalidad)
con el objetivo claro de evitar los errores
en nombre de la propia ciencia (deshaciendo errores).
También hemos tenido
presente algunos mitos con gran
incidencia en nuestras vidas (el mito del déficit),
las tiranías, incluso aunque sean
éstas las del mérito (la
tiranía del mérito), la correcta actitud científica por contraposición a los sesgos y estereotipos (la actitud científica
frente a la pseudociencia),
el funcionamiento de la buena ciencia
–Premios
Nobel– (buena
economía), la fundamental distinción entre apariencia y realidad (la realidad no es
lo que parece), los riesgos tecnológicos (pesadilla tecnológica),
los bulos
y falsas noticias que nos
invaden por doquier (posverdad) y las herramientas propicias para un pensamiento más lúcido y mejor fundamentado,
científicamente hablando (herramientas
para pensar mejor).
Nuestro objetivo ha sido
el de seleccionar buenos libros de
divulgación científica, a escala
internacional, para que puedan satisfacer estos claros objetivos:
Los de cualquier profesor, de cualquier materia y de cualquier nivel educativo
–estudios de primaria, secundaria, bachillerato, formación profesional y
universidad (grados, másteres y doctorados)-, que desee contar con buenas
herramientas capaces de ayudarnos en la difícil tarea de distinguir la buena ciencia de la pseudociencia o la mala ciencia. Además, le serán de suma utilidad si quiere utilizar
al aula invertida en la impartición
de la docencia.
Los de cualquier ciudadano/a que desea que se le abra una puerta segura a lo que internacionalmente se está entendiendo por conocimientos científicos frente a otros
tipos de conocimientos.
Los/as de los responsables de los medios de comunicación y de las redes sociales, a fin de que puedan decidirse, con fundamento, sobre lo que divulgan y sus probables repercusiones
–positivas y no tan positivas o incluso negativas- en los distintos
consumidores –más activos o más pasivos- de noticias.
Es lo mínimo que se puede
pedir a una Asociación Científica
sin ánimo de lucro y cuyos miembros son muy conscientes del valor de los hallazgos científicos para el bienestar
psicológico de las personas e, igualmente, para los desarrollos sostenibles de las sociedades de nuestro tiempo.
Nos sentiríamos, en
consecuencia, muy satisfechos si comprobamos que lo realizado hasta ahora ha
sido de utilidad para la ciudadanía
de nuestro siglo XXI. La especie
humana se lo merece. Nuestro planeta también.
Cuando alguien es capaz
de desvelar necesidades verdaderamente
sentidas –es lo que se hizo desde ACIPE ya en su día, con la estrecha
colaboración de las Instituciones Académicas, Profesionales y Representantes de
Padres y Profesores de toda España (ver adjunto)-, no es de extrañar que se
logren acuerdos –como así sucedió al
inicio de la segunda década del siglo XXI- con los representantes
parlamentarios de los distintos grupos políticos.
Trascurrida algo más de otra década, hoy es todavía más patente, si cabe, la necesidad de la incorporación de los/as psicólogos educativos a los centros educativos. Los datos son contundentes: las comparaciones, al menos en Estados Unidos, entre los centros con y sin estos profesionales muestran claras diferencias a favor de los primeros, como cabía inferir a la luz de los conocimientos de que disponen dichos especialistas (https://www.infocop.es/view_article.asp?id=3149).
Tengamos en consideración
que el sistema educativo formal de
cualquier país del mundo cuenta con dos grandes protagonistas –profesores y
alumnos, además de las familias y las sociedades-, personas –alumnos y
profesores- que en modo alguno son sólo cognición –error de errores donde los
haya, a la luz de los hallazgos científicos actuales (Damasio, 2018; LeDeux,
2019-, y que están en continua interacción a lo largo de buena parte de sus
vidas.
De ahí que nos detengamos
ahora en este pequeño libro titulado The
slow professor. Desafiando la cultura de la rapidez en la academia, que
viene acompañado de Slow humanities. Un
manifiesto, redactado por profesores de la Universidad de Granada. La
presentación y la traducción han corrido a cargo de Beltrán Jiménez.
Hay afirmaciones bien fundamentadas que a veces olvidamos, con las
consecuencias negativas derivadas de este olvido. Cualquier cultura, enfoque,
herramienta humana, por el hecho de serlo, no puede ser perfecta. Caeríamos en
un oxímoron. Por eso la ciencia, en esencia, es puro camino que vamos recorriendo al andar –necesaria humildad científica-.
Si queremos ver más y
mejor tal vez sea buena idea subirse a las espaldas
de personas de elevada altura intelectual. Una de ellas bien puede ser Morin, que nos dice que para envejecer
bien hemos de mantener la curiosidad de
la infancia, las aspiraciones de la
adolescencia, la responsabilidad del
adulto y las experiencias vitales de
las etapas previas.
¿Cuál sería el producto
final de estas etapas, según el libro que ahora estamos comentando (2022),
titulado Lecciones de un siglo de vida?
La poliidentidad –identidad una y múltiple: unitas multiplex-, no tanto como anomalía cuanto como riqueza.
Primera lección magistral, que vale tanto a escala individual como nacional. Ayuda
a ello sin duda el conocimiento transdisciplinario. Se puede decir que cada uno
es un todo para sí, a la vez que casi nada para el todo.
Si
enseñamos a los alumnos de hoy como enseñábamos ayer, les estamos robando el
mañana (Dewey).
Si es verdad que el éxito llama al éxito, los congresos de
ACIPE son una buena prueba empírica de ello. Esperemos que el undécimo no solo
cambie la tendencia, sino que la consolide.
Se va a celebrar en Valencia, en el verano
de 2023 (del 26 al 28 de junio).
Como cabe imaginar, la
pandemia nos ha obligado a una rápida digitalización
en nuestras formas de vivir, con las enormes implicaciones que eso supone. De
ahí que este Congreso haya de tenerlo en cuenta. Es más, se adentrará en el reciente
ámbito de la ciberpsicología, nueva
área de conocimiento que nos va a posibilitar comprender los necesarios cambios en los sistemas
educativos y en todos los ámbitos de nuestras vidas.
Ya desde el prólogo de la obra que ahora vamos a comentar se nos recuerda un hecho patente: el sexo ha existido, existe y existirá por mucho tiempo. Su estudio científico ha de corresponder, como resulta lógico, a la nueva disciplina –todavía sin institucionalizar- de la sexología. La realidad del género hoy se nos hace también bien presente, como atestigua cualquier búsqueda en las bases de datos internacionales más reconocidas, mejor valoradas y más utilizadas. Por razón de pura lógica elemental, los estudios científicos de género debieran hacerse dentro de una generología, a ser posible institucionaliza, cosa que aún no ocurre.
A partir de aquí, sin la
ayuda de estas dos disciplinas
–autónomas y complementarias-, no son de extrañar las anomias del sexo y el género actuales y de sus derivados: roles
sexuales y de género, estereotipos sexuales y de género, asimetrías sexuales y
de género e identidades sexuales y de género.
Veamos qué nos dicen sobre
estas materias estos dos autores –Errasi y Pérez Álvarez-, en su obra titulada Nadie nace en un cuerpo equivocado (frente a nacido en un cuerpo equivocado:
disforia de género), y que comienza con el análisis del generismo queer, que se fundamenta en un
constructivismo posmoderno y su
correspondiente activismo –transactivismo-.
De ahí que haga suyo, en estos momentos tan sumamente difíciles y duros
debido a la injustificada y sangrienta invasión rusa, el comunicado conjunto de la Confederación de
Sociedades Científicas de España (COSCE) -de la que es miembro-, de la
Federación de Asociaciones Científico Médicas Españolas (FACME) y de la Conferencia
de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) – Comunicado de la COSCE, FACME y CRUE ante la invasión rusa de Ucrania-.
Resulta tristemente irónico que acabemos de publicar una
reseña de un libro sobre la necesidad de la racionalidad. Ésta
debiera ser el cuarto elemento básico de cualquier sistema educativo a lo largo
de los distintos niveles de enseñanza y a
lo ancho de todo el mundo: lectura, escritura,
aritmética y racionalidad.
Sería una buena manera de que todos, dado que la educación es
obligatoria, pudiésemos conseguir que la mentalidad
racional y lógica, a la par que íntegramente humana, acabe dominando a la mentalidad guerrera –manifiestamente
injusta cuando de una invasión se trata, como ocurre en el presente caso-, pues
ambas mentalidades representan adecuadamente un manifiesto oxímoron.
ACIPE
con la prevención –educación– además de con los tratamientos
La prevención, en su sentido más estricto y técnico, se basa en los hallazgos científicos. Si conocemos las
variables predictoras, podemos anticiparnos
a la aparición de las variables de criterio
o dependientes, sobre todo cuando nos referimos, como en estos momentos, a
posibles peligros para los humanos y para nuestro universo.
En esta ocasión vamos a traer
a colación una obra de Esther Paniagua,
periodista, preocupada, y por ello debidamente informada, por un posible error:
el 404 –es el título de su obra:
enlace defectuoso-. La cuestión es ésta: ¿qué ocurriría a la humanidad si uno
de los pilares más básicos de nuestras sociedades del siglo XXI se viniese
abajo? Nos estamos refiriendo, como cabe imaginar, a internet.
Se parte de la constatación de una serie de acciones –decisiones- llevadas a cabo por determinados gobiernos –cortes de acceso a sus poblaciones-, o de errores cometidos por los propios expertos en herramientas digitales, o de ciberataques deliberados a los centros de control, que posteriormente fueron bien documentadas. Así, hoy sabemos con rigor que dieron lugar en su día a considerables costes de todo tipo: humanos y económicos. De ahí que nos encontremos en la actualidad no sólo con un mundo de grandes promesas incumplidas –rotas-, sino con una situación en la que han aumentado las desigualdades, las brechas, las adicciones e incluso la tiranía –digital-, poniendo en peligro la propia democracia.
ACIPE
celebra poder contar en estos momentos con 101
recensiones de muy buenos libros
de divulgación científica, a escala
mundial.
Como cabía imaginar la
número 101 tenía que estar dedicada
a algún Premio Nobel (y sus
colaboradores). Además este mundialmente conocido investigador no podía ser
otro que el psicólogo Kahneman, más cuando
su principal obra (Pensar rápido, pensar
despacio) vio la luz en unas circunstancias en las que todavía ACIPE no
contaba con su sección de RESEÑAS. Merece,
en todo caso, mucho la pena leerla, si todavía no se ha hecho. Sería difícil
encontrar a alguien que se arrepintiera, si tiene un mínimo de interés por la
ciencia. Muy bien escrita y muy seriamente fundamentada.
Nos complace aquí y ahora poder saldar esta deuda pendiente, aunque no vamos a hablar aquí de este reciente y compartido libro, dado que lo acabamos de hacer en la pertinente reseña (la 101), a la que lógicamente remitimos.
Lo que procede en estos
momentos es reflexionar sobre algunos aspectos
sustanciales que pueden constituirse en notas estructurales de ese centenar
de libros –más uno- ya analizados:
La intencionada predilección hacia obras de gran impacto internacional –para nuestra especie y la de nuestro planeta– y muy especialmente las provenientes del amplio campo de la nueva economía. Aquí hemos de indicar que nobleza obliga: desde la economía se mostró generosidad con la psicología (muy específicamente con Kahneman), pero no exclusivamente con él, según deja patente otro Premio Nobel (Thaler, en 2017) que titula una de sus obras: Todo lo que he aprendido con la psicología económica. Magnífica ocasión para una provechosa lectura. No es de extrañar que vaya en estos momentos por su 7ª edición. Aunque sí hicimos un análisis de otra en su día –Un pequeño empujón-, que igualmente sería aconsejable leer o releer.
También hemos querido romper, al menos en parte, la brecha de género. Así podemos afirmar, con rigor, que sin las lecturas de las obras de estas autoras (plural) no es fácil entender ni el presente ni el inmediato futuro en asuntos muy relevantes para nosotros, los humanos. Alguna de ellas, con su correspondiente Premio Nobel –Doudna-. Esto es válido –su importancia- tanto para científicos de unos y otros campos como para personas apasionadas por la cultura.
La equidad de género (mujer y varón: Premio Nobel de Economía, 2019) ha puesto bien de manifiesto que en estos momentos, más allá de las distintas disciplinas (física, química, economía, psicología…) lo que realmente importa es distinguir entre las buenas aportaciones de cada una de ellas (obras más bien minoritarias) y sus no tan buenas aportaciones. Es la sabiduría derivada de los testimonios patentes de Premios Nobel (Shiller y Deaton, además de Banerjee y Duflo), avalada a su vez –¡qué significativa ironía!- por uno de los autores más críticos, así reconocido mundialmente, incluso con las personas galardonas con estos mismos Premios (Taleb).
Un denominador común que hemos encontrado en todos estos Premios Nobel ya recensionados y en la mayoría, si no la totalidad, del resto de libros de buena divulgación científica, a escala internacional –algunos Premios Pulitzer, Príncipe o Princesa de Asturias…-, es la impresionante trascendencia del marco conceptualdel que se parte a la hora de distinguir la buena de la mala –no tan buena- ciencia. Ejemplos bien ilustrativos –incluido de nuevo algún Premio Nobel– los podemos encontrar en cualquiera de las obras de la mínima selección aquí realizada.
Después de estas 101 obras, ¿nos vamos a tomar algún tipo de descanso? En principio no. Es más, abrimos la puerta a que desde cualquier disciplina científica se nos proporcionen recensiones de la Buena Ciencia, que no es por desgracia demasiado abundante, en el decir –verificado- de parte de los autores/as seleccionados. La invitación queda hecha. Para comenzar, como cabría imaginar, la recensión 102 será, cómo no, de una obra de un Premio Nobel (al inicio de febrero de este Nuevo Año recién comenzado).
ACIPE ama la buena ciencia. De ahí su hincapié en la divulgación de la misma. Personas apasionadas por la ciencia, unámonos para beneficio de nosotros mismos, de la humanidad, de nuestro planeta y, en definitiva, de nuestro universo. Nos hará sin duda más sabios y tal vez, con cierta probabilidad, mejores. Que así sea.