Una vida en nuestro planeta

Attenborough, D. –con la colaboración de Hughes, J.- (2020/21). Una vida en nuestro planeta. Mi testimonio y una visión para el futuro. Barcelona: Crítica.

Portada del libro

En determinadas circunstancias senectud es equivalente a sabiduría. En esta ocasión, para Attenboroug, sin duda lo es. De ahí que merecidamente recibiera el Premio Príncipe de Asturias en 2009, al igual que tal cúmulo de prestigiosas distincionesque solo traerlas a colación casi cubriría el espacio asignado a la propia recensión de su libro, escrito en colaboración con Hughes.

Si nuestro planeta corre peligro, y ciertamente lo corre (cambio climático y pérdida de la biodiversidad), parece oportuno que recurramos a los fundados conocimientos  y a la sabiduría de este científico –y su colaborador-, sobradamente conocido internacionalmente por su condición de gran divulgador naturalista.  

La tesis que se defiende con abundancia de datos es clara: los humanos poseen la capacidad de crear mundos al igual que la de destruirlos (malas planificaciones y errores humanos). Todos somos de algún modo y en algún momento pobladores de Prípiat (ciudad fantasma en la zona de exclusión de Chernóbil), símil propicio para entender cómo el mundo natural, en esta ocasión, se está desvaneciendo. Aviso para navegantes (analógicos y digitales), bien asentado en datos, como pone de manifiesto la historia de la propia vida (la mayor historia que pueda concebirse).

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Humanos

Quintana-Murci, L. (2021). Humanos. La extraordinaria historia del ser humano: migraciones, adaptaciones y mestizajes que han conformado quiénes somos y cómo somos. Barcelona: Deusto.

Portada del libro

Este profesor e investigador, con merecidos premios a sus espaldas, parte de una realidad que deja poco lugar a dudas, desde un punto de vista estrictamente científico: somos, querámoslo o no, nos guste o nos desagrade, mestizos –hijos de hibridaciones-. No existen poblaciones puras –larga historia de mezclas: verdaderos mosaicos de segmentos de ADN-.

Somos pues una especie rica en diversidad (genética, geográfica, lingüística, organizativa, cultural…). Gracias a ello hemos podido sobrevivir como individuos y como especie, por encima de los distintos tipos de patógenos y dispares entornos con los que hemos ido interactuando a lo largo de la historia, para poder contarlo en nuestros días con merecida satisfacción. La diversidad genética es, pues, un tesoro único.

No es difícil inferir, acertadamente, que mediante esta obra podremos responder con fundamento a ciertas cuestiones trascendentales: ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? y ¿hacia dónde vamos? ¿Te vas a perder este magníficamente documentado viaje? Seguro que no. Pues entonces comencemos a andar sin demora.

Hemos de  partir de la constatación de que podemos encontrar ADN de seres de hace millones de años, reconstruirlo  y compararlo –paso de la genética a la genómica: siglo de los genomas-. De ahí que hoy ya sea bien patente que incluso nuestro genoma individual es un mosaico de múltiples genomas, fiel reflejo de nuestra historia evolutiva –los/las Adán y Eva genéticos– en este planeta.

Somos la derivación de mosaicos históricos –incluidos los homininos ya desaparecidos (humanos arcaicos)- y geográficos. La base científica de lo dicho viene proporcionada por la reconciliación del darwinismo y el mendelismo en la genética de poblaciones, dando coherencia a este nuevo marco teórico la utilización de modelizaciones matemáticas.

El sostén esencial para el entendimiento de ese mosaico que somos es la diversidad genética, debida a los factores de las mutaciones y las recombinaciones. Pero necesitamos más factores para su plena comprensión, como es el de la  deriva genética –modificación de la frecuencia de un alelo en una población-, siendo sus dos fuerzas antagónicas la migración y la mutación, además del de la siempre presente selección natural. Por ello podemos decir con todo rigor que en este nivel de análisis –lenguaje genético– cada individuo es único (mestizo).

Gracias a la utilización de las nuevas tecnologías genómicas no sólo podemos explicar el presente a partir del pasado –revolución paleogenómica-, sino también reconstruir el pasado partiendo de los conocimientos del presente –genómica: nos es dado ver de este modo la evolución en acción-. Este es el gran avance de nuestro tiempo: la bidireccionalidad fructífera desde el pasado al presente –mortui vivos docent, gracias al estudio del ADN antiguo- y desde el presente al pasado, que nos proporciona la  genómica. Clave, a la vez, para adentrarnos en las previsiones  futuras.

Así, con estas bases teóricas, los nuevos mecanismos derivados y enmarcados en ellas y las nuevas herramientas genómicas con las que ya contamos, vamos siendo capaces de comprender las complejas relaciones –multidireccionales-entre: a) las diversidades genéticas y geográficas –complejo rompecabezas de migraciones y mestizajes-; b)las culturales –coevolución dela cultura y de la biología; efecto de la cultura sobre los genes; relaciones de la genética, epigenética y la cultura-; c) la selección natural -principios de variación, adaptación  y heredabilidad; selección positiva (sobre una mutación beneficiosa, poligénica, balanceada…) y negativa- y d) las enfermedades – carrera permanente de adaptaciones y contraadaptaciones -, lo que supone más de 200.000 años de adaptaciones biológicas a los diversos entornos. Las predicciones, en consecuencia, se hacen más precisas y eficientes, lo que es esencial para vislumbrar los patrones de evolución, ya que el Homo sapiens aún no ha terminado su evolución.

Aquí radica uno de los méritos de esta obra: capacitarnos para prever, con cierta probabilidad, nuestro inmediato futuro, siendo conscientes de que sin diversidad no es posible ni la evolución ni el progreso.

Aprovecha la lectura de este  libro para que no te cuenten cuentos sobre la historia de cada uno de nosotros –únicos y mestizos– y la de nuestra especie. Descubre la importancia de la genómica a la hora de dirimir, con fundamento, hipótesis alternativas sobre nuestros orígenes y desarrollos.

Finalizamos así este viaje para dar comienzo a otro –el de nuestro inmediato futuro– ya mucho mejor preparados, pues ahora conocemos relativamente bien nuestros orígenes y quiénes somos, debido a lo cual estamos dispuestos para materializar una enormemente beneficiosa medicina de precisión. Ahí es nada. Buen viaje de futuro imaginando nuestro futuro-, guiados siempre por la buena ciencia.

La luz en la oscuridad

Falcke, H. y Römer, J. (2020/21). La luz en la oscuridad. Los agujeros negros, el universo y nosotros. Madrid: Debate.

Portada del libro

Uno de los logros casi inimaginable –sueño extravagante– de la gran ciencia  se hace visible urbi et orbi el 10 de abril de 2019 (día único): se trata de la primera imagen de un agujero negroobjeto en completo colapso gravitacional-. Comenzaba así a desvelarse uno de los mayores secretos de la física.

Antes, fue preciso un inmenso trabajo de un gran número de investigadores, ayudados por las más modernas y poderosas tecnologías –muy concretamente los radiotelescopios-, empleadas en esta ocasión, afortunadamente, para beneficio de toda la humanidad. Tal es en estos momentos el poderío –para bien o para mal: su empleo- de nuestras avanzadas tecnologías.

Pero, ¿cómo se ha podido llegar hasta ese momento y qué hacer a partir de él? Partiremos de hechos aparentemente contradictorios: en ciencia, los fracasos pueden ser revolucionarios. Un caso prototípico es el intento de poner a prueba las diferencias de la velocidad de la luz, sobre la base de la existencia del éter. Ni el éter existía ni era válida la concepción de espacio y tiempo absolutos. La teoría de la relatividad einsteiniana hacía así su entrada triunfal en nuestro mundo, sustituyendo de este modo algunos de los pilares esenciales de la física clásica.

Hoy sabemos que la velocidad de la luz es la única medida verdaderamente constante en el universo. Además, gracias a la luz, conocemos con rigor que estamos a 1,3 segundos de la luna o a 8 minutos del sol, que nuestra estrella vecina más cercana –Próxima  Centauri- se halla a una distancia de 4,2 años luz -1,3 pársecs- y que nuestra separación de la nebulosa de Orión es de mil trescientos años luz. Quien emplea una regla para medir lo hace en unidades de luz. Ésta, en definitiva, es una medida fundamental de todo, incluso del propio tiempo. Y no sólo mide. También la luz, que es partícula y onda a la vez,define el espacio y el tiempo. De hecho, es el “aparato” más elemental para medir el espacio-tiempo.

En este marco, el de la radioastronomía (radiointerferometría) –universo dinámico: en expansión tras la explosión primigenia– es en el que nos tenemos que encuadrar para avanzar en la comprensión científica de los agujeros negros (y de los cuásares). Sin él no fuimos capaces, a lo largo de la historia, de sospechar ni siquiera de su existencia –hasta ya iniciado el siglo XX-, mucho menos de sus específicas características –principios básicos de la astrofísica de los agujeros negros-.

Cuando se pretende ver agujeros negros hay que iluminarlos: sombras y anillos de luz (cacofonía de los datos que se convierten en una armoniosa sinfonía: la imagen del agujero negro –anillo de color rojo candente con una mancha oscura en el centro-). La invariancia de escala de Einstein era así confirmada experimentalmente con una precisión impresionante –de casi ocho decimales-. Si queremos oírlos, lo hacemos gracias a las ondas gravitatorias que se originan con la fusión de dos agujeros negros.

 Es imaginable que alguien pueda preguntarse con razón: ¿y a mí qué? ¿Qué tiene que ver mi vida con estos agujeros negros? ¿No es algo sólo para especialistas en radioastronomía? Hay que señalar que tal vez este asunto pueda ser de una utilidad considerablemente mayor de la imaginada. Con la lectura de esta obra se podrá comprobar. Así, nuestra propia concepción, como humanos, se hace más realista cuando contamos con el contexto abarcador que se extiende mucho más allá de nuestro planeta o incluso de nuestra galaxia.  Si los agujeros negros cambian este contexto sideral, como sin duda alguna ocurre, entonces nos obligan por ende a modificar nuestra visión de nosotros mismos en un universo esencialmente cambiante.

De hecho, son varias las razones para aconsejar la lectura de este libro: 1) está muy bien escrito, por lo que es un auténtico placer leerlo; 2) es rico en buenos contenidos científicos; 3) nos posibilita comprender cómo es el camino –el método- de la buena ciencia, gracias al cual disminuye considerablemente el ruido Qué esfuerzos ingentes asumen los humanos para investigar y ampliar horizontes!)-; 4) nos ayuda, en consecuencia, a ser algo más sabios –con mejores visiones del universo y de nosotros mismos- y, si utilizamos debidamente estos conocimientos, tal vez a ser mejores personas, completando o sustituyendo –lo que proceda en cada caso- las visiones específicas proporcionadas por las creencias –incluidas las religiosas- de cada cual.

Hasta el final del tiempo

Green, B. (2020). Hasta el final del tiempo. Mente, materia y nuestra búsqueda de significado en un universo en evolución. Barcelona: Crítica.

Green es de esos profesores e investigadores que no necesita especial presentación para los amantes del conocimiento científico pluridisciplinar, en la faceta de la divulgación científica. Sus libros ya le han proporcionado el merecido reconocimiento internacional. Como no puede ser de otro modo, si continúa con su característica trayectoria expositiva –conocimientos bien fundamentados y presentados  con claridad-, en esta obra tendremos una buena oportunidad de reflexionar sobre nosotros mismos, partiendo del contexto proporcionado por lo que hoy ya sabemos, con rigor, sobre la evolución –pasado, presente y futuro- de nuestro universo. ¿Es que no sentimos de inmediato una sana curiosidad de emprender tan fructífero y enriquecedor –científicamente hablando- viaje?

Comencemos, pues, sin demora este relato científico (relatos encajados con sus traspasos de testigo a cada escala correspondientegrupo de renormalización-), de la mano de la entropía –leyes de la termodinámica (sin un entorno de baja entropía los humanos no habríamos visto la luz)- y de la evolución -darwinismo molecular y estándar-, siendo conscientes desde un principio de que solo los humanos podemos reflexionar sobre el remoto pasado, imaginar el lejano futuro y percatarnos de la oscuridad última que necesariamente nos aguarda: el desvanecimiento en la negritud (los planetas, las estrellas, las galaxias, incluso los agujeros negros, todo es transitorio, incluida la vida inteligente).

Para comprender el pasado (punto de partida) contamos hoy con la cosmología inflacionaria: sin intención ni diseño, sin planificación ni deliberación, el cosmos ha ido produciendo configuraciones ordenadas de partículas, átomos, estrellas y de la propia vida, sin que se viole el inexorable aumento del desorden, gracias al paso a dos de la entropía, catalizada por la gravedad y ejecutada por la fuerza nuclear. En este contexto, a la entropía ha de añadirse la evolución. Entre ambas obtenemos un relato bien fundamentado de esa vida que, al menos en parte, se puede definir como física orquestada. La vida, así considerada, ni contraviene ni puede contravenir las propias leyes de la física.

Esto no significa que, en la actualidad, el problema difícil –el de la consciencia: experiencia consciente- esté en modo alguno resuelto, aunque hayamos sin duda avanzado en su estudio científico, como ponen de manifiesto, en tanto únicamente botones de muestra, la teoría de la información integrada –información integrada y diferenciada- o los enfoques fisicalistas –explicación fisicalista-. De ahí que ya podamos afirmar, con manifiesto apoyo empírico, que la específica configuración de partículas de cada cual –el yo, la individualidad-, que aprende, piensa e interactúa, imprime responsabilidad a cada una de las acciones llevadas a cabo.

En este mismo sentido, tampoco tenemos resueltos en estos momentos asuntos de capital importancia como los de la libertad –distinta del libre albedrío-, el origen de nuestro lenguaje, nuestra capacidad de narración, la creatividad… aunque cada vez vayamos contando con mejores relatos, si bien sin poder encajarlos aún dentro de un único marco relativamente coherente.

Y del futuro, ¿qué podemos decir con un mínimo de rigor académico –ascenso exponencial hacia el futuro-? Que el sol, que un día nació –se formó- y que gracias a lo cual nosotros podemos vivir en nuestro planeta –seguirá posibilitando nuestra vida todavía durante al menos unos cinco mil millones de años más-, pero después se desvanecerá en la negrura. ¿En medio del gran desgarro? A medida que nos alejemos en el tiempo, el espacio será cada vez más negro y desolador: planetas fríos, estrellas apagadas y monstruosos agujeros negros –hoy amables gigantes-. Nuestros días –en tiempos cósmicos-, están ciertamente contados para nuestra especie, más allá de los distintos finales posibles del universo.

Ante este panorama no precisamente halagüeño de un futuro muy, pero que muy lejano, ¿qué hacer? Volver a nuestro localismo temporal, siendo conscientes de  que la vida y el pensamiento muy probablemente no ocupen más que un minúsculo oasis en el tiempo cósmico –somos efímeros, evanescentes-, pero ¡qué magnífico oasis! Disfrutémoslo, pues, con elegancia académica –sabiduría: buenos conocimientos científicos- y con el máximo de consciencia/conciencia posible: podemos crear belleza, desvelar conexiones casi inimaginables e iluminar misterios. Ello supone ir bastante más allá del carpe diem. Si este fuera el objetivo último –por cierto sumamente aconsejable-, esta obra sin duda nos puede ayudar y mucho a conseguirlo. ¡Ahí es nada!

El buen antepasado

Krznaric, R. (2021/22). El buen antepasado. Cómo pensar a largo plazo en un mundo cortoplacista. Madrid: Capitán Swing.

Portada del libro "El buen antepasado"

Un buen escritor, que conoce bien el éxito internacional –best sellers-, se enfrenta en esta obra al reto de responder a algunas supuestas preguntas de las generaciones futuras: ¿qué estamos haciendo hic et nunc para dejarles un planeta sostenible, pues hemos de afrontar retos como el cambio climático, los avances tecnológicos desenfrenados o incluso otras probables pandemias –riesgos existenciales-, entre otros? ¿Seremos considerados en el futuro –ojalá sí- como buenos antepasados?

He aquí el verdadero nudo gordiano. Necesitamos, para su solución, enfoques verdaderamente creativos y con fundamento científico: pensamiento a largo plazo y sobre todo consecuencial –que tiene en cuenta las consecuencias de las acciones realizadas en su momento para las generaciones venideras-. Por el momento vivimos más bien dentro de un cortoplacismo perjudicial –de la tiranía del ahora-, en el que se hace bien patente nuestra miopía temporal. Estamos colonizando el futuro, asumiendo un tempus nullius.

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El viaje de la humanidad

Galor, O. (2022). El viaje de la humanidad. El big bang de las civilizaciones: el misterio del crecimiento y la desigualdad. Barcelona: Planeta (Destino).

Portada del libro "El viaje de la humanidad"

¿Cabe imaginar siquiera una teoría unificada del crecimiento, que abarque el viaje de la humanidad en su totalidad? Si hay alguien, a escala internacional, que nos puede responder con cierto rigor y creatividad, esa persona es este profesor universitario. Su patente erudición en modo alguno está reñida con una escritura elegante y accesible –fácil-. El gozne sobre el que girará todo el libro es el paso, durante los dos últimos siglos, del estancamiento (trampa de la pobreza: edad de hielo económica; desde el origen de la humanidad hasta los inicios del siglo XIX) al crecimiento  y al progreso sostenido y generalizado, junto con la desigualdad social y económica entre sociedades, es decir, global (misterio –con solución- del crecimiento y de la desigualdad).

Las primeras dianasmecanismos– explicativas de ese paso trascendental son, hoy por hoy, obligadas. Es el caso del cambio de nuestro cerebro, que sólo ha evolucionado así en una única ocasión (no hay en ello evolución convergente). Gracias a estos cambios cerebrales, y a nuestras manos, se produjo el progreso tecnológico (círculo virtuoso –bucle de retroalimentación positiva-, igualmente no convergente). Así, fue posible ir avanzando desde las sociedades cazadoras-recolectoras a las agrícolas (revolución agrícola o neolítica), gracias a la coevolución de genes y culturas (tolerancia a la lactosa, digestión del almidón, como ejemplos).

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Una serie de eventos afortunados

Carroll, S. B. (2020/22). Una serie de eventos afortunados. El azar, el mundo, la vida y tú. Barcelona: Debate.

Portada del libro "Una serie de eventos afortunados"

Estamos ante uno de los mejores divulgadores científicos internacionales de nuestros días, tratando de dar respuestas bien fundadas a algunas de las cuestiones sin duda más relevantes para los humanos: las referidas a nuestra historia y a la de nuestro planeta. Entendemos que los muchos galardones recibidos hasta ahora no le han llovido precisamente del cielo.

Es un buen comienzo traer a colación las falsas creencias todavía imperantes –problemas con la aleatoriedad-, como es el caso de la así llamada falacia de Montecarlo o del jugador –sesgos cognitivos, pensamiento falaz-, a fin de podernos adentrar después en los mundos reales, científicamente hablando: el azar se encuentra en el origen de todas las maravillas que compartimos en nuestro planeta.

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Horizontes

Poskett, J. (2022). Horizontes. Una historia global de la ciencia. Barcelona: Crítica.

Portada del libro "Horizontes"

Las perspectivas demasiado estrechas de miras –europeístas, por ejemplo- nos imposibilitan captar las complejidades de lo investigado. En este caso nos referimos a nuestra preocupación más básica como científicos: la propia ciencia, sobre todo cuando queremos que los demás gocen de una visión lo más realista posible de la misma.

Hemos de ser conscientes de que la ciencia moderna es el producto del trabajo conjunto –encuentros e intercambios culturales globales – de personas e ideas –contribuciones significativas- provenientes de diferentes culturas de todo el mundo. Se trata de poner de manifiesto una nueva historia de la ciencia que vaya más allá tanto de la edad de oro de la ciencia islámica medieval –la ciencia antigua es oriental-, como de la idea tan generalizada  de que la ciencia moderna es una invención europea.  

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Inmune

Dettmer, P. (2021/22). Inmune. Un viaje al misterioso sistema que te mantiene vivo. Barcelona: Deusto.

Portada del libro "Inmune"

Desde el comienzo, este autor, muy conocido en las redes sociales –YouYube-, quiere dejar bien claro cuál va a ser su objetivo: proporcionar un conocimiento básico, que se necesita con urgencia, sobre el sistema inmunitario (SI), del cual en gran medida depende nuestra propia existencia. Además, conocer los mecanismos del SI nos permite poner las cosas en su debida perspectiva. Su aportación principal: explicar estos mecanismos de forma sencilla y útil, siendo lo más fielmente posible a los datos aportados por la ciencia y siendo conscientes de que, tras el cerebro humano, el SI es el sistema biológico más complejo.

Ya en el primer capítulo -¿qué es el SI?- vemos que cumple con lo estipulado, al concluir con una constatación –bien razonada-: tener un SI rápido y eficaz es tan importante como mantenerlo bajo control y evitar que se desquicie y se vuelva destructivo. Tanto cuando falla como cuando se implica en exceso se producen enfermedades y daños importantes (uno de los casos más patentes es el de las enfermedades autoinmunes).

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Infocracia

Han, B.C. (2021/22). Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia. Barcelona: Taurus.

Portada del libro "Infocracia"

Comencemos diciendo que es uno de los filósofosprofesor universitario– más leídos a escala mundial. Es muy probable que la lectura de esta breve obra nos proporcione una buena razón del porqué.

Partimos del régimen de la información –nuestro régimen actual y futuro-, que se define como la utilización de la información y los datos, gracias a algoritmos –inteligencia artificial– que inciden radicalmente en los procesos sociales, económicos y políticos en los que nos hallamos inmersos. De esta forma se produce una vigilancia psicopolítica, a través de los datos –dataísmo,  redes abiertas, algoritmos-, de nuestros comportamientos (perfiles de comportamiento), aunando la aparente libertad –sensación de libertad, libertad sentida, libertad de la yema de los dedos- y una real vigilancia.

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